miércoles, 21 de septiembre de 2022

Gordo

 

He comido mucho durante toda mi vida y lo sigo haciendo. Durante mucho tiempo fui gordo. Cuando comencé a serlo, me lo decían y enseguida me enojaba, y capaz, me iba a las manos. Después no me quedó otra que aceptar las gastadas de una sociedad que se desconoce y de reírme de mi mismo. Llegó a gustarme que me dijeran "puflo", “bola”, “gomón”, “beluga” y demás cosas. Si, era todo eso y te llevaba a la hipérbole. Gordo, pelo largo, sin pelos, cachetes rosados, tetón. Una especie de jabalí depilado o de Bonadeo bonaerense (me cabía el gordo) que, al momento de entretener a mis compañeros, escondía cartucheras en mi panza y las expulsaba ombligamente unos 2 metros.

También he comido hasta reventar. Unos de los records, con 15 años, 13 empanadas caseras, fritas, de carne de vaca, hechas por mi abuela y cuatro milas a la napolitana, también caseras. Otra: volviendo de Córdoba, en La Carlota, era el único de mi familia que pesaba la comida y metía casi cerca de kilo y medio cuando los demás conocían solo la medida gramo. He festejado al enterarme que se iba a comer buseca o puchero de chancho, o asado, o parrillada, o arroz con pollo o mariscos. Mi vieja me llevaba a la nutricionista porque crecía para los costados y yo me escapaba a la casa de pepe (mi amigo) a comer chorizo o bondiola a las dos de la tarde. O capaz que cenaba asado los sábados y me iba a lo de cacho (un bar de mi pueblo) y me clavaba de postre una mila completa con salsa casera. Y me identificaba con Chris Farley o con Belushi.

Con el tiempo, algunos alimentos (muchos) se extinguen en medio de la cotidianeidad más apresurada y optamos por otros que son maravillosos. Una ensalada, legumbres, milanesas al horno, tartas, arroz, limón, banana, lavanda, semillas, cebolla, ajo, etc. Pero, en definitiva, sé lo que es ser gordo y disfrutar dionisiacamente de la comida hasta escuchar cómo se sube de peso. Los domingos, de entrada, pastas, y después se veía si se morfaba pollo o carne al horno con papas (crecí en una familia en la que el "primo piato" era infaltable). Ayer por la tarde regresé a mi gordura. La vi cuando mi vieja puso la fuente con tallarines y salsa sobre la mesa. Fermín, el sobrino de dos años, miró la fuente, sonrió y festejó. Yo le hice la segunda y lo acompañé. En realidad, todos los que estábamos en la mesa. Y , si, morfamos. Y ahí terminó. Epílogo, familia reunida.

 

Aclaración: quien lea esto como una apología al exceso desconoce la belleza de la cocina, del comer y del aprendizaje que ella demanda para con nuestros cuerpos.