Para el autor de este libro es necesario escribir. Lo hace minuciosamente, marcando sus días en una hoja, con su lápiz, formando oraciones con pretensiones significantes, para algun lector, que la da existencia. Se mete a fondo, entre los fondos, jadeando intensamente con fuerza para abrir universos desde sus suelos; se cansa como si corriese largas vueltas a la manzana, por que quiere meter su animado cuerpo entre esos universos, los espacios blancos de la hoja. A pesar de exponerse ante situaciones extracotidianas, lo realiza con gusto, el autor quiere ser leído, esta preparado para cualquier embestida propia del oficio que lo hace vivir desde su lugar, desde las vueltas de su página.
Generalmente antes de llenar el espacio en blanco, este escritor piensa constantemente en un titulo, siempre hace esto, de otra manera no comienza su escrito. Cada obra nueva, es para el, un desafió de permanecer en el mundo, un pasaje a la inmortalidad. Quiere siempre, ser tinte para una historia nueva, pero su lírica, sus universos ya encontrados entre los espacios llanos, no golpean la cosmogonía de la hoja en blanco, por no salir de sus entrañas aquel común titulo que lo hace correr, girar, rotar alrededor de estrellas.
Este autor ahora no puede pensar en el titulo, por que el titulo se ha decodificado en un mundo; delimita algo, entonces se mantiene distante de hacer un manuscrito a diestra y pasión. Es como que algo ha cambiado, el percibe varios mundos confluyendo en uno. La inmortalidad se tiene que ver en varios mundos, esta, no esta demarcada
“Mi intención no es escribir para uno, para uno parado en un mundo” Dice el autor. Este es su principal desafió.
Comienza a escribir “¿El titulo?” Se pregunta.
“No hay un titulo, algo general, algo que marque, que diga y que pueda resumir” Responde a solas, para el, para ellos, los posibles lectores
“Le pondré el titulo que mejor le quede a mi argumento, en fin, que este se vea en la historia con movimiento y que sea un mero hecho esporádico con la presentación del contenido, el contenido seré yo. Voy a trashumar por los segundos de varios mundos” Vuelve a decirnos
“¿Qué soy yo?” –Se pregunta-
“Soy alguien que flota, que camina, que corre, que vive las contingencias en un nudo atado por personas. Soy alguien que se tropieza. Soy algo que muto, si muto, pero mi intención ahora no será la de mutar, si no que a través de escaparates de avenida larga, con olor a sueños, muten ustedes, por que yo ya he mutado”
Antes de invocar la primer letra, reinventa cada día una nueva forma de escritura, por que también su realidad circundante se reinventa y se le paga con fiel inmanencia a sus versos, poesías y cuentos. Para este autor la escritura es fluctuante.
“Quiero escribir un cuento que no tenga desenlace”
Dice este autor que quiere escribir un cuento. Eso es lo que hizo siempre; escribir cuentos en los cuales su impronta era la de darle humanidad a seres inanimados o también, cuento con formas de adivinanzas, en donde el titulo se leyera al final a fin de unirse con el argumento. Todos estos cuentos, para el, tienen un desenlace, pero su futuro logro escrito no radica en un desenlace, el desenlace es finito, el desenlace, en este momento, para este autor, es como el planeta con sus meridianos, trópicos y una vista al horizonte en donde todo concluye, termina; quiero decir que es conmensurable, que se puede medir. La literatura, para este autor, en este preciso instante, no es matemática.
Antes de este relato, en donde yo hablo sobre el y sobre su nuevo designio; todo era diferente. Este autor al realizar sus escritos, encontraba como conflicto el titulo ¿Para donde iría el escrito con tal titulo? ¿Quién lo entendería? Ahora el, pretende que se vea el conflicto en el desenlace. Algo extraño ¿No? Quiere que la historia siga fecundándose en los discursos intramundanos de algún lector. Quiere que su literatura sea un basamento de aire.
A el, ahora, lo trae la necesidad de permanecer escrito. Quiere permanecer leído, para pervivir por siempre entre las páginas de su futuro libro, con el fin de que algún lector, mientras lo ve, ahí, exhale profundamente para que junto a sus sentidos pueda caminar por todas sus geografías escritas.
El escritor, del que hablo, posiblemente exista bajo la inmortalidad de sus múltiples géneros literarios. Vive y nos cuenta sus prolíficas existencias desde la página uno a la setenta y seis de su libro, en mil divididas estrofas, amigas de la metáfora. Camina desde la pagina veintiuno a la cuarenta-cinco entre sonetos; y a partir de la pagina 46, entre un narrar continuo, se sienta con aquel que lo lee, para un relato.
Nadie más lo vio a este autor. Una persona amiga nos comento hace poco que lo ultimo que dijo fue: “Si quieren saber sobre mi vida, ahí estoy, entre esas paginas, interactuando con aquellos posibles mundos en los que permanezco, tratando de llevar un hilo infinito presentado en manuscritos a través de un fondo blanco” Ahora “Permanece en un libro” Varios lo dicen. Otros afirman que fue su ultimo relato para alejarse de su frustrada literatura y de que hoy vive en Gral Roca recolectando manzanas, y que por cada manzana que el sustrae del suelo, hace un ideograma para reescribirlo en futuras letras de algún lector.
Por más que se vacile, se opine y se diga, no se sabe realmente de esta persona. Solo, por ahora, se ve detrás de alguna vidriera, delimitada vidriera, un libro con su nombre, un libro que tiene 76 realidades, 76 mundos por los cuales pasear.