miércoles, 23 de febrero de 2011

Y fueron, noticias

El día en el que no se publico ninguna noticia “fue por que el rostro del grupo se quedo sin argumentos que pudieran refundar la fisonomía con el se lo conocía” Así lo digo yo. Si yo estaba sentado en la parada esperando el ómnibus numero setenta y seis para ir a casa, era de noche, el bondi pasaba once menos cuarto y eran las once ,cuando de pronto, ante las puertas del edificio del grupo alguien entro y me dijo eso que acabo de citar.
Yo estaba ubicado sobre la misma cuadra en donde habitan las puertas del grupo, en donde pueden verse sus agraciados logos, muy bien puestos y simétricamente adornados; aguantándose el peso de lo que no podrían estimar.
Comía, mientras miraba una de las esquinas de la cuadra, una de esas talitas de harina de trigo y una bandeja de berro que llevaba en mi mochila, escuchaba Spinetta, creo que escuchaba “Bajan” si “Bajan” versión original de estudio. El bondi no venia, habían pasado ya casi tres horas y mis pies comenzaban a disminuirse, tenia hambre y buee… mientras se reproducían diferentes temas en mi mp3, sonaba siempre “bajan” de Spinetta o pescado. Es que la interpretación de la primera escucha dista mucho de la interpretación que yo pueda darle, durante un día entero, al tema en mención en mi escucha numero veintidós. En realidad sostengo que “Bajan” es un gran tema, pero que posee una especie de infinitos microtemas ubicados transversalmente sobre la misma pista, después de la primera escucha. Por esto mismo, durante todo el día, escucho estos temas en el mismo tema.
Mientras encendía uno de los míos, continuaba esperando el bondi. A esa altura ya sentía una serie repetidas y circunstanciales de cosas que me puede pedir el organismo cuando anheló llegar a casa para sacarme el pelo, abrir raudamente la heladera en busca de pate , con el fin de comerlo junto a una cucharada de mermelada de frutilla y escuchar “Bajan” pero en patas y en el mundo que me otorgue .
Faltando 45 minutos, no se por que recuerdo ese momento, en el que faltaban 45 minutos para que llegara el colectivo setenta y seis que me llevara ante aquello que acabo de describir, mi vida; las puertas del edificio del grupo se abrieron, el tipo del que les estaba contando salía del edificio y venia caminando, por debajo de las fachadas de la cuadra, en dirección hacia a mi. Estaba a pocos metros; mientras más se acercaba mas ralentizaba sus pasos. A dos pasos de mi persona, se me acerco, y entre palabras que podían articularse de su organismo extenuado me pregunto donde podía comprar cigarrillos, ya que estaba cansado por haber hecho una tarea. Yo le conteste que posiblemente en algún kiosco, pero los dos, después de mi sugerencia, nos dimos cuenta al mirar hacia nuestros costados que lo único que estaba abierto en la manzana, era un bar. Volvió a hablarme y me repitio, como abogando por la ideal pitada, que después de haber tenido una gran tarea “Asidua tarea” según el, necesitaba fumar un pucho. Ante la insistencia deje mi bandeja sobre el suelo, con mi lengua corrí una brizna de berro que se pegaba a mi diente, abrí mi mochila y le convide uno de los míos. Lo encendió.
Luego de haberme comido las talitas que, en migajas, respiraban la humedad de su paquete, me pregunto donde se podía tomar un café, porque después, según el, de haber realizado una tarea como la que había hecho, era bueno un trago caliente. Y siguió preguntándome por más cosas que pueden encontrarnos en charlas con un desconocido hasta el comienzo de otro día, debajo de un cartel que señala la parada de un bondi. El seguía fumando de los míos. De repente, ante tanto prolegómeno poco interesante y como en la mejor elipsis narrativa; nuestro parloteo, medio desdibujado, se llevaba a cabo en el oscuro café que , con cuatro mesas dentro y , a las tres de la mañana, continuaba abierto. Nos encontrabamos situados alrededor de una mesa cuadrada, con cuatro patas sosteniendo un pocillo de café, algún que otro whisky , una milanesa a caballo y un par de maníes que rodaban sobre la madera cuadrada. El dialogo, poco a poco, se iba dilatando; comenzaba a tomar caminos discursivos difusos y trascendentes, confluían junto su verborrea un montón de historias expatriadas por lo cotidiano. El tipo, era un tótem a la anécdota. A las tres horas de estar hablando volvió a insistir con aquella tarea necesaria, con la ocupación que había realizado, con la que nos había llevado ahí, al bar. Como no queriendo dejar pasar por desapercibidas sus cuatro menciones anteriores hacia esto, su tarea, le pregunte cual había sido la tarea. El me contesto que había destruido la maquina; que la máquina de fabricar infundíos había sido rota por el con un destornillador y que esta tarea había sido planeada con un mucho tiempo de anterioridad… y al rato dijo lo que cite al principio del relato. Apago uno de los míos y se fue. Apague el mió y también me fui.
Me encontré nuevamente esperando el bondi . Habían pasado ya 14 horas de mi anterior espera. Era de día y no andaba nadie. Algunos, hoy me dicen, que ese día las personas habían escuchado “Bajan” más de una vez y que ante tal experimento, acomodaban sus intereses hacia dialogos de tipo intramundano.
También me comentaron que no hubo lujuriosos clips a diferentes hipervínculos; que no hubo diarios ni diarieros que gritaran sus tapas.
Otras personas que ocupaban el mismo territorio, me dicen otros, cerraron sus casas y activaron sus alarmas. Otras tomaron armas. Lo único que aseguro con total certidumbre es que se oían otros sonidos y “Bajan” del flaco o del Alma de Artaud. No se oía ninguna palabra, pero al fin y al cabo las calles estaban yertas y desoladas. Yo ya me aburría.
Por tener ante mí una escena en triunfal desventura, comencé mi viaje caminando hacia mi casa. Estaba inquieto, me agobiaba que todo fuese tan abstracto, no había intensidad, no había lo que había habido el día anterior. Esto, lo que había, se torno confuso para mi y para el grupo. Obviamente que tuvo más ardor para el grupo, por que ante el silencio fundado por la extinción de la noticia se provocaría una especie de éxito en el prohibido menú antropófago y, que de seguir así “nos volveríamos carnívoros animales con hambre voraz” así lo decían los comentarios que mandaban en el interior de mi televisor. Yo ya estaba en mi casa mirando tele, pero no en el mundo que acostumbraba a otorgarme.
El grupo, si tengo que describirlo, un grupo como todos lo que habitan este lugar. Un par de personas muy concentradas. Una sociedad de muchachotes que tiene diferentes arreglos para raros fines.
La persona que estaba dentro de mi tele seguía ahí, hablando, me estaba como convenciendo, pero como siempre tuve la costumbre de escucharlo a volumen bajo, sentí en simultaneo que desde afuera algunas palabras y vocinazos comenzaban a renacer. La estridencia y el tedio comenzaban levemente a desarrollarse. Las palabras y comentarios empezaron a escucharse. Me levante de mi sillón, abrí la puerta de mi casa y pude leer del diario que acostumbro a comprar, parte del primer párrafo de la gran noticia difundida por el grupo. Esta decía “El gobierno actual quiere detentar todo el poluto aire que se respira en la ciudad para hacerlo en un futuro, más puro. Es destacable la propuesta del gobierno, pero para esto tendremos que comprarle escafandras y tubos de oxigeno a todo el territorio de la ciudad ya que estaremos durante cinco meses sin poder respirar por nuestras vías naturales”
Sonreí luego de mi lectura, compre como siempre el diario, lo puse sobre mi mesa, lo abrí, envolví mis berros, me calce los auriculares y preferí escuchar nuevamente y, por vez primera “Bajan”.

Al día siguiente, mientras esperaba el bondi para volver a mi casa, vi como en las puertas del grupo tres personas repartían tubos y escafandras para la gente y, el tótem de la anécdota, ya era noticia.

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