Nadaremos los 3 mil metros. Nadaremos hasta la mitad, soltaremos el aire, nos sumergiremos y nos quedaremos ahí, un rato, junto a la fauna lagunera, sobre sillas de endebles ortigas, escuchando esa banda que jamás dejó de sonar en el fondo del espejo de agua. Subiremos, burbujeantes, y nadaremos la mitad restante. Llegaremos, claro está, detrás de una incómoda pregunta colectiva : "¿Por qué la costa?".
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arbolengo