lunes, 4 de enero de 2021

Relato sobre el ahogo



Pretende ponerse jugar como quien no ve nada, no sabe nada, porque nada está hecho para que esa persona lo comprenda. Infiere y da sentido a sólo tres palabras, y con ellas arma su mundo. Estos vocablos se presentan con el sonido de: Pacto, lucha e itinerario.
Comienza su viaje sin contar el tiempo que éste le lleva. No le sale nada, nada de nada. No ve nada, no siente nada, no entiende nada. La nada le dibujó un universo de nada. La nada en los besos, la nada en los abrazos, la nada ante el por qué de la risa. Come nada, bebe nada. Los otros… nada, los ignora. Una pulsión de nada lo lleva a pensar en nada. El todo es una quimera desde su nada. Teje naderias y se ahoga entre ellas por no saber nadar entre la nada. Estalla su mandíbula contra algo duro que él interpreta como nada, pero no le pasa nada porque advierte que no hay nada en esa acción que podemos interpretar como violenta. Su voz pronuncia oraciones con nada, “nada por aquí, nada por allá”, dice, argumentando que no hay “ningún significado”. En un desierto de nada elabora su ruta hacia un lugar donde sabe que no puede haber “nada”. Transita en él los sonidos de la “nada” y con su vista coloca sus ojos en dirección hacia “nada”.
En una especie de encrucijada, el lenguaje se presenta como desafío para correrlo de esa nada. Lo persigue. Comienza su lucha por sentir algo. Un ápice de su existencia le indica que la nada no es desesperante. Arma, en color naranja, un concepto sobre la palabra simpatía: Es un elefante sobre una mesada comiendo hamburguesas, lo dibuja y se ríe. Prefiere convivir en un pacto que arma con otro que le dijo que es sujeto percibido por otro. Llora y ríe. Vuelve. Recibe un pellizco del tedio. Se acostumbra, y todo deja de ser un encantador relato sobre el ahogo.

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