En Bahía San Blas se llevó a cabo otra histórica competencia que reunió a nadadores y nadadoras de aguas frías de todo el país los días 8, 9 y 10 de octubre
(Por Leonardo Baldo) Cuando viajamos generalmente nos basamos en un preconcepto sobre cómo será el lugar de destino, sobre sus propuestas a la hora de comer, su gente, sus calles. En definitiva, sobre su cultura. Cuando viajamos para compartir junto a demás personas una pasión todo eso se difumina tras una bruma intencionada para borrar esa expectativa. ¿Qué mejor expectativa que la pasión como lenguaje?
El pescador nos deja sus playas. Ya irá nuevamente por la abundante pesca variada y por esos tiburones, algunos en vías de extinción como el enorme y dentado escalandrum.
Ir hacia San Blas me tuvo los últimos días sin dormir. Mucho tiempo. La pasión vs el insomnio. Viajar hasta el Mar Argentino me decía que volvería a ver a las amigas y a los amigos con los que alguna vez compartí el mar de “La Feliz”, en agosto: euge, marce, Virginia, Laura. No fueron los Orcas, pero si ellos cuatro.
El desierto es la antesala a lo azul. Ganado, ñandúes que observan nuestro pasar detrás de los alambrados adyacentes al camino dificultoso de canto rodado.
Llegar, llegar, solo llegar. Paula maneja. Llegar. Pasamos la ría, pulmón de otro mar que se abre curvadamente y presenta aguas mansas con ostras en sus fondos. Grandes ostras ostentadas por lugareños y foráneos: uno de los moluscos más caros.
Sergio, con quien había hablado días antes; va de acá para allá. Phoenix Group organizó el evento con la colaboración de la Dirección de Deportes del Municipio de Carmen De Patagones, a cargo Eliana Pugnaloni.
Es de mañana. Hace calor. Sergio vuelve y nos relata que Gastón, el dueño de las cabañas donde se alojará el grupo de nadadores, está en Stroeder (un pueblo aledaño). Al rato cae el Topo detrás de su gran máquina fotográfica que registra braceadas dentro del agua y brazadas, fuera. Topo viene acompañado por su esposa; por Cecilia, su esposo y su hijo; por la nadadora en maya que se la banca en los 2000 en aguas frías y por el señor Mouré, de temple taciturno.
Soy el nadador. Somos los nadadores, señores.
Gladys, la campeona de Sudamérica operada de la cadera arriba junto a su esposo: el señor tiempos, ese señor que no nada, que se llama Ángel y que en etapa previa a la competencia calienta al estilo Ian Torphe para tierra.
Ya está Pablo, el metódico nadador que viene desde Burzaco y que también lo hará en cuero. Ya están todos. La gente de Phoenix Group no para. Nos atienden de la mejor manera, porque los nadadores y nadadoras arribaron a la bahía. Los hay completos, de esos que nadan competencia y de esos que nadan distancias largas y de esos que nadan las dos. Sebastián, un muchacho enorme oriundo de Viedma, me sorprende con su relato sobre esa vez que nadó 23 horas sin parar y apolilló en la última ola. Además, el gran superhumano, fue quien hizo el Beagle en cuero. ¿Exigir el cuerpo o exigirse para lograr la felicidad?
El agua está fría, lo sabemos. Sopla el viento que acarrea secretos desde el océano. Ráfagas de calma que invitan a participar y dan respuestas. Brisa con sal. Gustavo y Otto encargados de las indicaciones y de la seguridad, analizan las corrientes del coloso azul oleoso.
El mar es amigo, es de esos que si los respetás te invitan a su casa. Y ahí vamos todos. En los mil. Papá Mercado llega junto a su hija Valeria (posiblemente compita en Rusia); él 500 metros y ella 1000. Foto, alegría mutua.
Almuerzo en el club. Comulgar, conocerse, mirarse, abrazarse. Las personas más veloces nos sugieren cómo nadar más rápidamente los 2000 del día siguiente. Lo tomamos. Que aleta, que neopreno, que maya. Por la tarde, al final, la chapuza en cuero se presenta como algo común para todo el grupo. Matías sonríe y agradece al cielo, y sonríe, y agradece al titán al que el hombre todavía desconoce por completo.
El devenir como brazada. Nadar hacia atrás y en contra de la deriva o en medio de la estoa y quedarse para reflexionar sobre cuántas veces hemos expresado en un lenguaje claro. Hay uno en San Blas: NATACIÓN EN AGUAS FRÍAS. Para todos representa lo mismo, no hay diversidad de significado.
Están por llegar esos 2000. Carlos me abraza. Vinimos juntos desde 25 con a Pau, Romina, Amparo y Bautista. Carlos, junto a Raúl, sebas, Martín y las chicas, hicieron el canal de Constitución. Fuera de la embarcación quedamos con pucho y Matías. Y al otro día se largan los 2000, y Gustavo gana, y detrás Valeria, Joaquina (otra enorme nadadora de Villa Cañás, de 13 años, que también irá a Rusia), Isabel (la guardavidas de brazos y piernas largas) y Gladys.
Cuesta, cuesta agua de ser. Martín, un señor de 76 años, me dice que le saco sus antiparras de un patadón en una de las vueltas por el circuito boyado. Y terminan esos 2000 en los que queremos estar por siempre.
Vemos el mar, y hay todo. Si, lo entendemos. Vemos agua y nos lleva al mar. Es la Pampa azul del gaucho que se pretendió con short, cansado, arriando el ganado, pero que la literatura argentina lo vistió para lo seco.
El Desafío de los Valientes, dicen, culminó a la noche, con una pata de ternera hecha por los organizadores, entrega de premios y baile. Y no hubo chapuza de madrugada. Muchos, chapuceamos nuestros labios en bebidas de festejo. El cuerpo no está tan alerta tras el trago. Estuvo bueno no hacerlo. Nos cuidamos. Los nadadores que sacan ese niño osado que guardan cuando se tiran al agua, no son boludos.
Y el topo se ríe. Y se ríe, y se ríe. Y el Desafío es eterno como cada recuerdo en el agua.
En fin:
Agua que calla
Lo más bello que tiene la natación es el silencio. No hay palabra que pueda pronunciarse durante el avance en el agua. No tiene sentido ante la nueva compañía que se forma en cada braceada. Si, tal vez surjan ciertos alaridos en la expulsión de aire antes de mirar al cielo. Y es así que uno desea, a pesar de su verborragia, ser pez para no decir con tullidas e incompletas, siempre, palabras.